Una de las principales cagadas que hice cuando empecé a invertir y preocuparme por mis finanzas fue claramente dejarme llevar por las emociones.

Casi todos hemos oído lo de “comprar cuando baja y vender cuando sube”. Pero las emociones y la cabeza están allí para tocar la moral y cagarla. Nadie, absolutamente nadie, tiene una bola mágica con la que predecir si sube o baja o si está en el fondo de la bajada o el pico de la subida.

Cuando sube… crees que continuará subiendo… y que aun queda para el pico en el que maximizar los beneficios.

Cuando baja… quieres acabar con esa sangría y perder lo mínimo.

Por lo tanto… cuando deberías de vender no vendes… y cuando deberías comprar acabas vendiendo.

Te sabes la teoría. Pero la aplicas al revés.

La solución es una.

Solo una.

Olvídate realmente de controlar y analizar con detalle las finanzas, a no ser que te dediques profesionalmente a ello.

Lo primero es tener clara una estrategia y objetivos y posteriormente ceñirse a éstos (a no ser que pase algo de fuerza mayor).

Una de las estrategias, al menos la que sigo yo, es invertir en una serie de fondos y realizar aportaciones periódicas, sin mirar si ha subido o bajado y sabiendo que mi lapso temporal es a bastantes años vista.

Y en el futuro ya hablaremos sobre aspectos que sustentan esta estrategia (interés compuesto, comisiones, gestión activa y pasiva, etc).

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